lunes, 9 de noviembre de 2015

CARMENCITA LA COJA (LA PUYONA)



Al realizar una retrospectiva de los acontecimientos más importantes que ocurrieron en la Cabimas de los años 50 y 60, no hay que dejar pasar por alto la historia de un personaje, cuyas vivencias marcó sin duda un hito en la Cabimas de aquella época.

La puyona era una mujer de mediana estatura, de unos 35 años, de tez morena y aspecto afrodescendiente que recorría las calles del centro de la ciudad y sus alrededores, ofreciendo sus servicios íntimos a quienes así se lo solicitaban. 

Su nombre de pila pocas personas lo conocían, aunque muchos la llamaban Carmen, de quien decían era de punta gorda, que según mantenía una prole de hijos, sin que estos fuera confirmado. Lo cierto era que este famoso personaje, a quien la agrupación gaitera el gran coquivacoa le dedicara una gaita con el nombre de Carmencita la coja, tenía como principales clientes a los jóvenes mayores, que poco acceso tenia a los burdeles de entonces y por lo barato de la tarifa. 

Esta mujer, que no era ni gorda ni delgada fue objeto de muchos asaltos y abusos por quienes se aprovechaban de su soledad, ya que ella siempre andaba deambulado por los lugares de edificaciones abandonadas y llenas de montes, procurando al amparo de la oscuridad ejecutar sus actos lascivos.

Casi siempre se sabía que andaba cerca, ya que algunas veces los jóvenes se amontonaban en torno a ella y muchas veces le hacían cola para esperar su turno. En esos años se volvió un chiste decir a cualquiera “Ajaaaa, te vieron detrás de la puyona.

Al escribir estas notas, siento profunda tristeza al comprender la suerte nada envidiable de este personaje, el cual por razones que nadie debe juzgar realizó para mantener a su familia. 

Muchos decían que era un castigo, otros que por su escasa preparación. Lo cierto es que, en aquel entonces, abrirse paso por cuenta propia no era nada fácil, sobre todo porque los servicios domésticos era algo poco visto, debido a que en la ciudad eran muy pocas familia adineradas y conseguir trabajo no era fácil. 

En todo caso, siempre había algo que se podía hacer, pero todas las personas no poseen la iniciativa para emprender por cuenta propia alguna faena, donde sin duda estaba de por medio poseer una habilidad. No digo que tuviera razón justificada, pero no todas las personas ven la vida con una óptica de sabiduría.

Años después se supo que había sido hospitalizada para extraerle un tumor maligno en el útero, lo cual posteriormente le causó la muerte después. Pobre.

MEMORIAS DEL PASADO
Relatos históricos de Cabimas.
Nestor Luis Pérez Borjas